martes, 26 de junio de 2012

Craft And The City Bilbao





El pasado fin de semana intenté llegar a todo y casi casi lo consigo. Con un enorme lazo despedí la etapa anterior de mi vida con una fiesta el viernes por la noche y el sábado, puestas mis Ray Ban rojas a modo de escudo, cogí el primer vuelo de la mañana a Bilbao para no perderme el fin de semana Craft and The City que tanto tiempo llevaba esperando.

Si a una cosa de estas te da una vergüenza horrible ir sola, llegar un día tarde es exactamente el culmen de tu pesadilla. Las chicas ya se conocerían, te mirarían raro, habrían hecho sus grupos, harían referencia a anécdotas que desconoces... y tú resacosa y exhausta por el esfuerzo te preguntarías qué necesidad tenías de cruzarte medio país para hacer manualidades con desconocidas. Hubo un momento muy preciso en el que dejé de explicarlo tan nítidamente a familia y amigos. Dejé la cosa en "me voy con unas amigas el fin de semana a Bilbao" y omitía conscientemente el "y no, no conozco a ninguna de ellas". Luego, como todo en la vida, nada fue tan dramático pero los fantásmas previos me acompañaron las dos primeras horas.

La idea, fundamentalmente, es patearse la ciudad en cuestión descubriendo tiendas, haciendo mini-talleres y compartiendo con otras fans del handmade como tú mil y una experiencias al respecto. Todo bajo la atenta supervisión de Déborah, alma máter del asunto y de Nadia, capitana general y dosificadora del suspense tramo a tramo.

El sentimiento infantil flota en el ambiente: andas cuando te lo dicen, te sientas y abres regalos cuando lo indican, comes cuando te lo ofrecen... y creo que es exactamente eso lo que hace que te liberes de todas tus responsabilidades, de todo tu estrés y de toda la imagen que de ti misma te empeñas en proyectar todo el día. Te abandonas a la experiencia craftie que de inocentona e infantil atufa a transtorno psicológico no superado y te dejas llevar por la experiencia. Creo que los grandes hombres de negocios que suspiran por vestirse de cuero y ser azotados mientras les llaman "perrito" deben experimentar algo parecido. Es gratamente liberador y muy muy divertido.

Superada la fase inicial de "no pertenezco" la cosa mejora cuando una a una vamos contando quiénes somos, a qué nos dedicamos y desde cuándo y por qué te interesa el mundo craftie. Ahí afloran todos los miedos, las neuras, las valentías y las locuras y eso hace que todas las demás suspiren sintiendo que por fin pueden compartir esa parcela de sus vidas con alguien que les comprende y que no sea su abuela. Fue muy curioso encontrar lugares comunes entre gente tan dispar y al no estar juntas mucho tiempo siempre fuimos la mejor versión de nosotas mismas, educadas, gentiles, simpáticas... un placer.

Fuimos a tiendas de ropa increíble en las que además de cerrar el local para nosotras nos dejaban toquetear todo lo que quisiéramos y nos hacían descuento, hicimos talleres súper entretenidos de muñecas de cartón y de big ganchillo, montamos una producción en cadena de pulseras de nudos y cosimos pajaritos de tela para colgarlos en unas casitas de madera de los árboles de un parque. Nos hicimos fotos en las situaciones más inverosímiles y fuimos obsequiadas con regalos alucinantes que sorteaban constantemente durante todo el día.

Lo mejor: lo orgullosa que me sentí de haberme animado a ir, las trenzas de Alazne, las galletitas del desayuno, los regalitos de buenos días preparados sobre la cama, el vestido rojo de Elena, la foto saltando frente al Guggenheim, descubrir que coincidí con Sara en el pasado, las perritas de Laura, mi culpabilidad extrema por comerme un pincho que no me tocaba, sentarnos en los portales bebiendo cerveza, el cigarro que Silvia se ocupó que disfrutara, la conversación con Inés bajo la lluvia y la palmera de chocolate que se me derritió literalmente entre los dedos.

El descubrimiento: los fulares de sietedelonce de Nadia.  Dada la suerte que me acompaña ya no los produce pero son absolutamente espectaculares.

Lo peor: el pincho de champiñón asesino que me dejó sin sensibilidad en el paladar durante un par de días, la sensación de "lo que he preparado para el amigo invisible es una birria" multiplicada por siete cuando las demás abren los suyos y lo culpable que te sientes cuando el que te regalan a ti es una maravilla, las agujetas en las piernas de tanto andar, no conseguir aprenderme los nombres de todas hasta diez minutos antes de irme, la agonía del regreso en taxi por llegar a punto de perder el avión y la falta de presupuesto para comprarme unos zapatos que me chiflaron.

Total, un acierto.

4 comentarios:

  1. Es un post precioso!!! Describes genial todas las situaciones ;)
    Fue muy guay conocerte! Ya tengo ganas de repetir la experiencia!!

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  2. jejee, me ha encantado la descripciòn del finde!!!! pensaba cortarme el pelo pero visto que han tenido éxito mis trenzas... jeje

    Muchos besos!!

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